domingo, 9 de febrero de 2014

Despreocupaciones

Imagen por Arimm en Flickr
Hacía tiempo desde la última vez que fuimos al parque. Toda la familia nos reunimos para comer y pasar un gran día juntos. Mi prima, mi hermano y yo nos llevamos la bicicleta para dar una vuelta. Durante el recorrido, nos paramos para darle de comer a los patos. Parecía que llevaban más de tres días sin comer un solo trozo de pan, aunque rápidamente averiguamos el por qué: el pato más gordo de todos se llevaba toda la comida consigo. Tratamos de entretener al voluminoso para darle de comer al resto, por lo que nos repartimos la barra de pan en partes iguales. Mi hermano se encargó de hacer un camino de migas para que el glotón saliera del lago, cosa que consiguió. Mientras, mi prima y yo lanzamos pequeños trozos de comida al resto de patitos. Satisfechos por haber superado nuestro reto, decidimos volver a nuestras bicicletas e investigar la zona. Mi prima, que es experta en aves, nos dijo el nombre de todas las especies que nos encontramos. Mi hermano, al que le encantan las piedras, nos resolvió todas las dudas que teníamos sobre minerales y yo, que sé de plantas, me aseguré de que no se quedaran con ninguna duda acerca de los árboles. Estábamos jugando a "Haber quién se ríe primero" cuando vimos una cueva. Riéndonos todavía por el chiste que acababa de contar, entramos, y decidimos relatar historias de terror. Primero mi hermano, después mi prima, después yo... y así sucesivamente. La leyenda de mi hermano fue tan mala que no pudimos evitar soltar unas cuantas carcajadas. Me tropecé con una piedra y el móvil se me cayó al suelo. Se me había olvidado que lo traía. Cuando lo desbloqueé, vi que eran las once de la noche (acordamos estar hasta las 8), que tenía el móvil en silencio y con más de 23 llamadas perdidas procedentes de los móviles de mi madre, mi padre y mi tío. Cuando mi prima y mi hermano me preguntaron que pasaba, no pude evitar volver a reírme.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Oraciones impersonales

Imagen de jhonnymunoz en Flickr
El tiempo se detuvo. Las personas que caminaban ya no lo hacían, y yacían como estatuas sobre el terreno que pisaban. Esto me permitió poder acercarme a cada una de ellas e intentar analizar su situación. Pude deducir que muchas paseaban alegremente con sus parejas, mientras que otras discutían con ellas. Llovía, y mucha gente corría bajo una capucha o un periódico buscando un techo bajo el que refugiarse. Miré el reloj del Big Ben: eran las nueve menos cuarto de la noche, y no parecía que esa hora fuese a cambiar. Hacía frío, y muchos no tuvieron más remedio que correr hacia establecimientos con calefacción, aunque la mayoría se quedaron por el camino. Aburrida de mirar a la gente, elevé la cabeza, y pude observar el cielo. Pensé que las gotas de lluvia que quedaron por encima de mi se me iban a clavar como cuchillos. Me desperté. Mientras todavía intentaba interpretar el sueño, miré por la ventana. Estaba lloviendo y las gotas de lluvia no caían. El Big Ben marcaba las nueve menos cuarto. No se movía

La oración simple


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Género Lírico


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